Comprender la inflamación crónica es la base para entender los malestares del mundo moderno y prevenir enfermedades derivadas del estilo de vida.
La inflamación es en realidad un mecanismo de defensa, sin embargo, si se prolonga en el tiempo deja de serlo y se convierte en un enemigo.
Cuando hay una amenaza de invasión de un microorganismo infeccioso o hay una lesión de un tejido, migran glóbulos blancos, citoquinas, líquidos y proteínas a un punto de nuestro cuerpo que lo requiere. Es el sistema inmunitario, activando sus mecanismos para el rescate, movilizando las células pertinentes y los compuestos inflamatorios diseñados para destruir a el enemigo, llámese un invasor una bacteria, virus, parásito, hongo o enemigo ambiental (desde polen, pelos de animales, o que incluso puede ser el componente de un alimento).
Tan pronto como el agente invasor es derrotado, la inflamación aguda remite y todo vuelve a la normalidad. Recordar que la inflamación aguda es desencadenada por una causa en particular y desaparece al mismo tiempo que el problema que la provoca.
Pero, cuando los factores que inician la inflamación aguda, quedan permanentemente activados, y el organismo se ve expuesto a amenazas, una tras otra, sin tiempo para recuperarse por completo o cuando uno de esos estímulos amenazantes, aunque sean estímulos de bajo nivel, no termina de remitir o de descansar del todo el sistema inmunitario, se mantiene en un estado de alerta permanente y la inflamación se convierte en crónica y esta es la causa verdadera de la mayoría de enfermedades.
Se supone que una reacción inflamatoria se desencadena como respuesta a un estímulo o amenaza. Al erradicar la amenaza, la inflamación remite ofreciendo la posibilidad del organismo recuperar el estado normal.
Uno de los factores de perpetuación de la inflamación crónica, es un trastorno llamado intestino permeable, causado por el exceso de gluten y cereales, algunas legumbres, toxinas ambientales, algunas infecciones, fármacos y exceso de estrés.
Síntomas de la inflamación crónica
La inflamación aguda a menudo causa síntomas notables, como dolor, enrojecimiento o hinchazón. Pero los síntomas de inflamación crónica suelen ser más sutiles, difusos y engañosos, y pueden afectar a varios tejidos a la vez. Por ello recibe el nombre de inflamación crónica e inflamación de bajo grado (IBG). En ella participan otro tipo de agentes inmunitarios y es consecuencia de alteraciones complejas del metabolismo celular: oxidación, fallos en las mitocondrias, aparición de productos de glicación. Esto provoca que fácilmente se pase por alto.
La inflamación crónica va dando avisos:
Existen señales de advertencia de inflamación crónica, algunos signos o síntomas o incluso diagnósticos, que pueden ser indicativos de un estado de inflamación.
Algunos son:
- Fatiga constante.
- Úlceras en la boca.
- Fiebre.
- Erupciones, eccemas.
- Aumento de peso.
- Infecciones frecuentes.
- Dolor corporal.
- Articulaciones inflamadas y dolorosas.
- Dolor de cabeza.
- Falta de concentración .
- Insomnio .
- Depresión, ansiedad y otros trastornos del estado de ánimo.
- Problemas gastrointestinales, como gases, distensión abdominal, indigestión estreñimiento, diarrea, reflujo, ardor de estómago.
Y como diagnósticos: acné, alergias, ansiedad, artritis, asma, afecciones tiroideas, cálculos biliares, enfermedades cardiovasculares, enfermedad de Alzheimer, fibromas uterinos, infertilidad, mamas fibroquísticas, obesidad o sobrepeso en especial en la zona central del cuerpo, hígado graso, fibromialgia, pancreatitis, trastornos del sueño, depresión, trastornos digestivos, enfermedades autoinmunes, enfermedades neoplásicas.
Estos síntomas pueden variar de leves a severos y durar varios meses o incluso años.
¿Qué causa la inflamación crónica?
Antes de llegar a las consecuencias, se ha ido cultivando el terreno con hábitos inadecuados.
En el origen de la inflamación crónica pueden estar involucrados distintos factores
- Alimentación inflamatoria: exceso de calorías, grasas saturadas y alta carga glicémica, alimentos ultraprocesados, exceso de gluten, y lácteos.
- Estrés (físico y psicológico): El aumento mantenido del cortisol, factor característico del estrés, se asocia a un patrón alterado del sueño y a sobrepeso, dos factores que potencian aún más la cascada inflamatoria.
- Sedentarismo.
- Alteraciones del sueño: incluso en personas sanas la alteración del sueño incrementa los niveles de moléculas proinflamatorias, debido a la alteración del ritmo circadiano de la resolución inflamatoria.
- Tabaquismo: los productos de combustión del tabaco inducen la inflamación y la oxidación.
- Exposición a toxinas que el cuerpo no puede eliminar fácilmente.
- Alcohol.
- Episodios recurrentes o no tratados de inflamación aguda.
- Envejecimiento: con el paso de los años se observa un aumento de las citoquinas inflamatorias sin necesidad que haya enfermedad asociada. Ello es debido a que los tejidos acumulan daño oxidativo y disfunciones en las mitocondrias, por lo que pierden capacidad de regeneración. Además, con la edad también disminuyen los niveles de hormonas sexuales, que tienen un papel importante en la modulación de la respuesta inflamatoria.
- Algunos fármacos
- Obesidad: el tejido adiposo o graso es considerado actualmente un órgano endocrino, dado que segrega hormonas y proteínas, como las citoquinas inflamatorias, inductoras de respuesta inflamatoria.
- Diabetes: el aumento de azúcar en sangre o hiperglucemia, al ocasionar productos de glicación, es un perpetuador de la inflamación. A su vez, la inflamación crónica promueve la diabetes, generando así un círculo vicioso.
¿Cómo se diagnostica la inflamación crónica?
Según los síntomas, ya puede conocerse que estamos en presencia de inflamación crónica.
No existe una prueba única que pueda diagnosticar la inflamación o las afecciones que la causan. Se solicitan analíticas especificas que, en conjunto con la parte clínica, se pueda establecer un diagnóstico orientativo.
Existen algunos marcadores que ayudan a detectar la inflamación en el cuerpo. Estos marcadores no son específicos, lo que significa que los niveles anormales pueden mostrar que algo está mal, pero no lo que está mal.
Algunos marcadores en la sangre, que incluyen:
- Proteínas de fase aguda de origen hepático: proteína C-reactiva (PCR), factores del complemento C3 y C4, proteína Amiloide A Sérica (AAS), ceruloplasmina, fibrinógeno e inhibidor de la activación de plasminógeno (PAI-1). La PCR se produce naturalmente en el hígado en respuesta a la inflamación. Un alto nivel de PCR en la sangre puede ocurrir debido a varias afecciones inflamatorias. Si bien esta prueba es muy sensible a la inflamación, no ayuda a diferenciar entre inflamación aguda y crónica, ya que la PCR se encuentra elevada durante ambas. Los niveles altos combinados con ciertos síntomas pueden ayudar a hacer un buen diagnóstico.
- Citoquinas proinflamatorias, como la interleuquina-6 (IL-6), IL-1β), el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y el interferón-gamma (IFN-γ).
- Marcadores de disfunción endotelial: Moléculas de adhesión vasculares (como la VCAM-1 -molécula de adhesión celular vascular-1-) e intracelulares (como la ICAM-1 -molécula de adhesión intracelular-1- y la E-selectina).
- Hormonas secretadas por los adipocitos: leptina y resistina.
- Recuento de leucocitos totales.
- Velocidad de sedimentación globular (VSG): esta prueba mide indirectamente la inflamación al medir la velocidad a la que los glóbulos rojos se hunden en un tubo de sangre. Cuanto más rápido se hundan, más probable es que se experimente inflamación. A mayor número, mayor inflamacion.
- Pruebas específicas para descartar virus, bacterias, parasitos, entre otros.
¿Cómo revertir la inflamación ?
Promover la nutrición antiinflamatoria, descansar, gestionar el estrés, reducir la toxicidad ambiental, ponen fin a la inflamación crónica dando un descanso a las células inmunitarias tendiendo optimizar la eficacia del organismo.
Dados los factores asociados a la inflamación crónica o de bajo grado, hay mucho que hacer a través de la alimentación y el estilo de vida.
- Alimentación antiinflamatoria: priorizar alimentos naturales y vegetales, y reducir los ultraprocesados y refinados.
- Ayuno intermitente: además de seguir una nutrición antiinflamatoria, puntualmente se puede recurrir al ayuno, que también induce a la producción de beta-hidroxibutirato, regulando la inflamación.
- Realizar ejercicio físico regularmente: disminuye los marcadores inflamatorios y su riesgo de enfermedad crónica .
- Gestionar adecuadamente el estrés.
- Procurar un sueño de calidad ya que el sueño insuficiente favorece la inflamación.
Todo esto lo logramos con el método MOVE, mejorando los hábitos hacia un estilo de vida antiinflamatorio. Vivir sin inflamación es posible, y así el bienestar y la calidad de vida mejora considerablemente.
Dra. Eugenia Benzaquén Rios.